Para mí aprender chino hasta hoy siempre fue como aprender a
tejer. Si bien nunca entendí muy bien cómo tejer aunque lo estudié, lo abandoné
sabiendo que si seguía practicando iba a poder regalar hermosas bufandas, apoya
vasos y medias de lana. Bueno, tejer medias era complicado. Pero sí, aprender chino para mí siempre se desviaba de mi objetivo
principal de este viaje, que es aprender más de mí y entender un poco más
acerca del mundo desde otra perspectiva.
Cuando surgió la oportunidad de enseñar yoga en China me di
cuenta que me había equivocado.
Aprender Chino es difícil, sí, no hace falta ocultarlo. Es una
de las cinco lenguas más difíciles de aprender. No hablemos del resto, es
difícil para mí.
Sin pensar en leer o escribir (para el caso habría que aprenderse 3500
caractéres de los 80000 en que están traducidos todos los textos, inclusive los
modernos, para jactarse de que uno puede leer un texto en chino mandarín) de
por sí que el mandarín sea una lengua tonal hace interesante al juego. Esto de
los tonos, en simples palabras, quiere decir que los mismos sonidos con tonos
distintos pueden significar cosas TOTALMENTE distintas. Ir a comprar bolitas de
vidrio para hacer mi famoso dulce de leche ayer fue toda una odisea y sólo
porque no estaba usando el tono indicado. Si bien era Dan Zhu (bolitas), la
primera mujer no entendió y me dijo “mei you” (no tenemos). Obviamente no era
cierto porque estaba en una juguetería en China, todos sabemos que las
jugueterías en China tienen bolitas. Pregunté a una segunda y tampoco entendió,
pero esta llamó a su jefa. Y rezando porque me entendiera, porque REALMENTE
quería hacer dulce de leche, lo dije despacio y modulando como si estuviera
jugando al dígalo con mímica. Y cuando pensé que estaba todo perdido porque la
mujer no volvía de ese mar de traducción en el que se sumergen cuando hablan
conmigo, parpadeó y me dijo “you” (tenemos).
Para que el dulce de leche no se pegue recomiendan poner
bolitas. El dulce de leche de me quemó un poco igual.
Por favor, tienen que escuchar el siguiente poema. Díganme si escuchan la diferencia entre una y otra:
Cuando entendí lo de los tonos tuve que aceptar que era un
bebé huérfano en estas cuestiones. El vocabulario chino no comparte origen con
ninguna lengua que conozca, y es entonces que tengo que aprender todo de nuevo,
como si fuera un bebé sin madre que me ayude a memorizar palabras y que aplauda
y me mime cada vez que digo algo bien. En el gimnasio sugirieron que eso lo
podía hacer un tutor chino… ay estas chicas.
La gramática no me ayuda. Para cuando ajusté lo que quiero
decir en el orden que lo quiero decir, la gente se fue del lugar para no
hacerme sentir incómoda o llamó por teléfono a algún familiar para que hable
conmigo en inglés y traduzca (la gente no es muy paciente en esos lados).
Lamentablemente me ha sucedido, y nunca tuve la oportunidad de invitar a mis
compañeros de oficina a tomar el té. A pesar de todo, la gramática no es tan
difícil salvo por las palabras de medida. Todo tiene una palabra de medida
distinta: por ejemplo “kuai” se usa para decir “porción de torta” (yi kuai ning
mang danggao), pero si quiero decir “porción de dumplings” tengo que decir “yi
liang jiaozi”. Y esto no es nada, liang también sirve para referirse a los
autos =D
La cereza del postre es tener que memorizar y repetir. Sé
que los chinos aprenden mediante el método de la memorización (de todo tipo y
manera), pero yo no nací con la misión de repetir y memorizar. Mi cuerpo lo
resiste como la gata se resiste a los abrazos de Pepe Le Pew.
Alice, mi profesora de chino, se enoja cuando después de
hacerme repetir quince veces la misma palabra porque no la pronuncio bien me
empaco y no hablo más. Sé que repetirlo cinco veces más de la misma manera no
me va a ayudar. Y perdón señora fonética, pero que sus “z”, “zh”, “ch”, “q” y
“sh” suenas parecido no es mi culpa. Lo hubiera pensado hace 5000 años.
Ahora saben por qué es complicado. Pero como diría Ashley
Wagner en su artículo “How Difficult is it to learn Chinese?”, si uno QUIERE
aprender, se puede. Cuando uno no quiere, no se puede.
Realmente me pregunté muchas veces por qué si realmente
hacía un esfuerzo no conseguía progresar, hasta que un día me contesté “No
quiero aprender chino”.
¿Por qué? Aprender esta lengua significaba para mí pertenecer a un mundo demasiado ajeno, algo que hasta hace muy poco sabía que no quería. Ese esfuerzo que yo estaba haciendo
contra mi propia voluntad me alejaba de lo conocido, de lo que yo consideraba
verdadero, reconfortante, tolerable, amigable, entendible. No había una
conexión fuerte con la cultura china como para que yo quisiera pertenecer.
Hoy, y con la ventaja que nos deja mirar para atrás, creo que
este rechazo TOTAL hacia un idioma tenía (y tiene) que ver con que extraño
muchas cosas de mi hogar. Me encuentro, después de muchos años, sola en lugar
que siento todavía no me ha dejado entrar.
Así que, sin más, me permití estar en la primera etapa delaprendizaje del chino mandarín por más de lo indicado: la etapa de la
ignorancia total. Y cuando me estaba acostumbrando a la idea de considerar lo
que hablaban mis compañeros de trabajo como ruidos ininteligibles es que decidí
empezar a ir al gimnasio. Desde ese día muchas
cosas cambiaron. No solo desaparecieron esos rollitos que me obligaron a ir,
sino que se empezaron a abrir puertas y China me dio la bienvenida.
Ni bien me vieron entrar Jiayi y Meifeng, las
recepcionistas, entraron en pánico e hicieron lo que siempre hacen cuando me
ven entrar: llaman a alguien que sepa hablar inglés, aunque sea otro cliente
del gimnasio al que interrumpen en su rutina de ejercicios.
Esa noche, Sarah, una vendedora de exportación quien hacía
unos segundos se estaba secando el pelo en el vestidor, me llevó a recorrer el
gimnasio mientras traducía lo que Zhuo Nuo, representante del gimnasio, me
quería explicar.
Sí que me parecía un gimnasio completo y el personal
seguramente fuera servicial y eficiente, pero no me importaba demasiado la sala
de squash, el mini cine o el sauna… yo quería saber si alguien daba clases de
yoga. Hacía mucho que no iba a una clase de yoga y ya estaba teniendo síntomas
de abstinencia (me gustan mucho las clases de yoga grupales).
Sarah me explicó que había un profesor que daba clases
durante unas horas. Siguieron hablando entre ellas y mientras observaba a todos
los que interrumpían sus ejercicios para ver a la extranjera en el
gimnasio me di cuenta que las dos mujeres estaban hablando de algo importante,
de algo que estaba relacionado con el yoga, que seguro me sería interesante… y
no estaba entendiendo una palabra.
Fue la primera vez en la noche que me molestó no entender.
Tan raro como puede sonar, intuí de qué estaban hablando y
pregunté “¿Necesitan una instructora de yoga?” y la respuesta fue sí. “Yo puedo
dar clases de yoga” dije sin pensarlo. Pero las tres sabíamos que sería una
locura. No sabía hablar una palabra de chino.
Fue la segunda vez que me molestó no saber nada del idioma.
Esta vez se sintió en el pecho, como una rabieta.
Esa noche una chica y un chico se me acercaron para hablar,
y por más que saqué el traductor de Google para traducir algo que quería decir,
los dos abandonaron la conversación, pretendiendo tener algo mejor que hacer.
Ahora realmente estaba molesta. En el transcurso de quizás
dos horas el no saber el idioma me había alejado de algo que realmente amo: el
yoga y conocer gente, hablar, escuchar sus historias, aprender.
Y lo peor de todo es que no me había sentido más sola y aislada
del mundo que esa noche en el gimnasio.
Al día siguiente, Zhuo Nuo me siguió durante una buena media
hora hasta la trotadora, luego por la sala de spinning y el pasillo hasta el
vestidor con la misma sonrisa extraña congelada en su rostro, hasta que para su
alivio encontró a Marc, un estudiante universitario chino que habla perfecto
inglés. Más aliviada, Zhuo Nuo me comentó a través de Marc que en el gimnasio
querían hablar conmigo para dar clases de yoga. La sonrisa ahora un tanto
atemorizante seguía congelada en su rostro.
Ni bien escuché a Marc sentí ese delicioso calorcito que uno
siente cuando se mete en la cama calentita un día de invierno. Para después
sentir un tremendo escalofrío. Mueca accidental mediante, y porque algo en mí
me dijo que yo podía hacerlo, dije que sí.
Poster en el gimnasio anunciando mis clases de yoga |
Entendí unos minutos después, mientras Marc traducía la
horda de comentarios que le hacía el gerente, que tenía que aprender chino
cueste lo que cueste.
Eso es lo que he estado haciendo el último mes y medio.
Estoy aprendiendo chino de la mejor manera, aprendiendo sobre lo que amo hacer
para poder transmitir lo mismo que yo siento cada vez que abro mi mat para
empezar una sesión de asanas.
No miento cuando digo que he aprendido más en este mes y
medio que lo que podría haber aprendido en un año.
A veces cuando son las 12.30 am y yo todavía sigo
traduciendo pasos, chequeando el diccionario y las fichas mientras ya no puedo
combatir más el sueño me invade una ola de vagancia terrible. Pero luego recuerdo que no puedo dejar que
los alumnos se lastimen, o que no sepan para qué hacen esto y aquello. Me
motivan las ganas de ver que mis alumnos encuentran un balance en clase… y
bueno, el café y algún snack madruguero.
Estaba en las cartas, ahora lo sé. Todo esto tenía que
pasar.
Es indescriptible la sensación de logro que sentí cuando les
dije “siéntense derechos, pongan una rodilla arriba de la otra y las manos juntas
en el centro” y lo hicieron. Y lo mejor es que todos tenían los ojos cerrados,
así que no me vieron a mí hacerlo.
Me ven? |
Todavía repiten alguna palabra que digo por lo bajo y ríen,
pero es entendible. Hablando con una de mis pequeñas alumnas de 6to grado le
pregunté por qué se reían en clase cuando explicaba los ejercicios. Wang Xiu
Ying me explicó que me entendían, pero que mi chino sonaba… algo gracioso.
Cuestión que es costumbre china reírse para hacer sentir bien al que está
avergonzado. Todavía no me relaja demasiado, pero al menos sé que no me tengo
que estresar cuando se me ríen en clase. Si alguna vez han visto a los
fantásticos cocineros japoneses que trabajan en el canal Gourmet me van a
entender. Quién no se ha reído alguna vez que tire la primera piedra.
Ya no veo esa pared que me separaba de este mundo en el que
vivo. Siento que muchos de los que antes habitaban fuera ahora forman parte de
MI proceso de aprendizaje. Ya hablo con Zhuo Nuo algunas cosas, aunque a veces
usamos el traductor de google, me hice un par de amigos en el gimnasio y me
hablan en chino a pedido. Hablo con los profesores en el colegio en mi chino
rudimentario y las relaciones han mejorado. Mis alumnos me corrigen y me ayudan
con mi tarea. Y tendrían que ver a mis compañeros de oficina haciendo la mímica
de las posiciones de yoga para mejorar la traducción de mi explicación. No
tengo fotos de eso, lo dejo a la imaginación (para ayudar quiero que imaginen a
Li Wei, el profesor de chino, cabeza a bajo y torciendo al torso hacia arriba
para mirarse la mano que apunta al techo… es más bajo que yo, un tanto
regordete, usa anteojos y siempre viene a trabajar con su impecable pantalón de
pana, saco y corbata). Lo que antes parecía estar dividido en grandes pedazos
que no se correspondían se ve ahora como algo uniforme y unido, como debería
ser. Un momento de unión del que soy parte.
Sigo pensando igual que tejer no es para mí.
Hola, Sofía. Felicitaciones por haber encontrado la motivación necesaria. Tienes razón de estar orgullosa de haber triunfado en la lucha por el idioma. Yo tengo 13 años en China y no podría dar clases de nada en chino. Claro, yo trabajo en un colegio internacional y mi vida transcurre en inglés, pero igual debería haberle puesto más esfuerzo a aprender. Sí puedo conversar sobre temas familiares: con la ayee, el chofer, de mis hijos y los hijos ajenos, pero hablar, hablar no. Así que conozco bien el logro que has alcanzado y que ahora estás en excelente position de mejorar. Hěn hǎo! (En pinyin porque yo de caracteres sé nada más el de "mujer" que aparece sobre los baños)
ResponderEliminarEs una lucha un poco... =) Es increible lo mucho que se puede avanzar cuando hay motivacion. Espero que hayas pasado una linda Navidad con los tuyos.
ResponderEliminarHas dicho una gran verdad: "si se QUIERE aprender algo, se puede. Si no se quiere aprender, no se puede" Totalmente verídico. Para aprender algo hay que tomarlo con gusto, de lo contrario es una pérdida de tiempo.
ResponderEliminarCuando puedo hablar con mis compas en la oficina y me entienden me siento realizada... que mejor motivacion que esa!
Eliminar