Pero aprendí de muy chica que compartir lo que nos gusta
tanto a veces nos puede dibujar una sonrisa. Hoy quiero compartir con ustedes
el que yo creo que, hasta ahora, es mi lugar favorito de China: la zona montañosa
de Zhejian, al sur de Shanghai.
China no deja de sorprenderme. Sí, ir a la Muralla China,
Visitar el Mausoleo de Mao, ver la Torre más alta de Shanghai… son ítems a
chequear en una lista de quehaceres, pero en todos estos lugares nos toparemos
con lo museístico, aquello que está preparado para el turista. . Amo lo
íntegro, lo único, lo que no se ha tocado. Sea la naturaleza, la gente, la
comida, la religión… me gusta vivir algo único. Aquí en China es algo que no es
sencillo encontrar, puesto que las atracciones más populares a veces se
asemejan a parques de diversiones. Algunos parques naturales se han
literalmente transformado en parques temáticos con zonas recreativas,
restaurantes y decenas de baños por doquier. Todavía encuentro algo extraño que
las montañas más populares tengan escaleras para subir hasta la cima. Le quita
el glamour al “¡Llegué!” que se nos escapa cuando, con la lengua afuera y la
ropa húmeda, pisamos el lugar más alto.
Por eso, cuando al atravesar distintos bosques de bambú en la
zona de Anji安吉y Moganshan 莫干山 veíamos carteles que anunciaban que la zona zona
“va a ser protagonista de un boom turístico”, entendí que era mi deber
compartir mi experiencia con aquellos que realmente quieran disfrutar de una
historia auténtica antes de que pierda esa magia.
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Si tienen ganas de ver algo así... |
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O conocer a algunas de estas personas... a seguir mis pasos que se quedarán maravillados. (Foto: Zora Bombach) |
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De Anji a Moganshanzhen... ese era nuestro plan inicial. Nos quedamos por la zona, pero las cosas cambiaron un poco. |
De Yangzhou/Shanghai a Anji
Para llegar a la ciudad de Anji hay que ir a Hangzhou 莫干山 primero. Como sabía que iba a tener que hacer algunas combinaciones de
transporte, decidí salir bien temprano. Mi cerebro no se levanta conmigo a las
5 am, quizás por eso haya tenido que volver a casa dos veces: una por el
pasaporte y otra por mi celular, que dejé arriba de la mesa la primera vez que
volví. En China jamás hay que olvidarse el pasaporte.
De Yanghou a Hangzhou hay dos horas de viaje, tres si hay
demoras por tráfico. Si este es el caso, una siesta nunca nos quitará energías.
Eso sí, si tu acompañante no habla por teléfono durante las tres horas, el de
adelante te quitó el poco espacio que tenías para estirar un poquito las
piernas y el de atrás deja de comer pollo con la boca abierta (sí, a las 6 am).
Cuando se llega a Hangzhou hay que ir hasta la estación
norte, y de allí salen colectivos cada 15 minutos a la ciudad de Anji. El
boleto cuesta 27 rmb.
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Jugar y sentirme una niña |
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Miles y miles de bambú. Es la reserva más grande de China |
Y si se cansan de ver bambú, abrazarlos, sacarse fotos locas jugando con los troncos, absorbiendo la magia que exuda la tranquilidad del bosque… también hay un tobogán para bajar que cuesta unos 40 rmb y una sección de juegos al mejor estilo escuela militar de los 80s. Después de todo, es un “parque” y como tal debe tener atracciones.
A pesar del perfil turista que está adquiriendo este bosque,
esta reserva está ahí para ser admirada. Guarda secretos milenarios, provee a
la gente de raíces de bambú que se juntan para después hacer bambú con salsa
picante. Sé que la junta de árboles espera silenciosamente a que alguien salga
a decir que lo de “boom turístico” lo están reconsiderando.
Si bien visitar el parque es algo que se suele hacer en un
día, recomiendo obligatoriamente quedarse una noche. No hace falta reservar un
hotel (a menos que sea época de festividades), porque a los pies del parque hay
varias casas de familia que se han vuelto hospedajes. Ellos estarán deseosos de
alojar a extranjeros.
Esa noche, en la posada de Ying Li, la administradora que
ayudaba a sus hijos a hacer los deberes, mientras me hacía el check-in,
ordenaba el almuerzo para una pareja y preparaba agua caliente para el té,
decidimos hacer un drástico cambio de planes. Es decir, todos nos habíamos dado
cuenta de algo ¿Por qué ir en transporte a nuestro siguiente destino si quedaba
a tan solo 7 km? Podíamos caminar.
En cualquier otro momento hubiera pensado que caminar por la
extensa campiña china, sabiendo que no hay buena conexión teléfonica, que nadie
habla inglés ni intenta entender, que no sabíamos bien a dónde íbamos, y que
nadie había caminado mucho en área de montaña en mucho tiempo, era como meter
los dedos en el enchufe ese que nadie sabe por qué está cerca de la bañera
cuando uno se está duchando. Simplemente no hay que hacerlo.
Pero ahí empieza a actuar el hechizo de este lugar o la
estupidez humana (que aprecié mucho en su momento). Las fotos que nos habían
quedado en la retina nos tenían tan sedados de placer que queríamos más.
Queríamos seguir caminando entre bambús.
La posada donde nos quedamos
se llama Dazhuhai hushing renjia (con eso basta para subirse a un taxi y que te
dejen en la puerta) o en caracteres: 大竹海沪上人家 . Además de llamar al cocinero
de la mañana para pedirle que nos haga baozi (pan relleno de verduras) porque
lo habíamos pedido, Ying Li nos pidió un taxi que nos cobró 100 rmb para
dejarnos más cerca de Xiwuli. Para ella todo fue un “sí, pueden” y “no se
preocupen, están en Zhejiang”. Las habitaciones son más que cómodas por su
valor: 248 rmb por tres habitaciones con dos camas twin. Dato extra
En China y en el medio de las montañas, lo que hay que hacer
es salir a la noche y sentarse en algún rincón oscuro. Ver las estrellas se
convierte en un privilegio que no muchos tienen.
A Howoo
Life Resort en Xiwuli
Después de un muy chino desayuno con mantou (pan al vapor),
baozi, pickles, congee y té verde por 10 rmb, el taxi que habíamos pedido nos
pasó a buscar. Al vernos subir a la van con el google maps en la mano, el
taxista hizo lo que cualquier otro chino hubiera hecho: prendió el GPS. Mi amiga Zora le explicó que íbamos al
pequeño pueblo de Tongfeng, hasta la intersección con el pueblo de Chiyicun, al
sureste del pueblo. Cuando llegamos, unos 30 minutos después, juro que la
expresión del taxista indicaba una sola cosa: miedo. El hombre, de unos 60
años, como el resto de la población en esos pueblos, tenía más miedo de
dejarnos ir que nosotros de caminar sin saber a dónde ir. La intersección de
calles no era más que un pequeño cruce de caminos tierra atravesado por un arroyo.
Y empezamos a caminar ¿A dónde? No teníamos la menor idea.
Dirán, pero qué irresponsabilidad. Arruinar un viaje por no
saber a dónde ir. Yo hubiera pensado así, pero quizás esa sea la magia de
acostumbrarse a no entender exactamente dónde uno está ni estar seguro de no
saber si está yendo bien cuando se piden direcciones. La ansiedad nos deja y
disfrutamos del paisaje (bienvenidos a China).
Comenzamos a caminar hacia el sudeste, como indicaba Google
maps. Seguimos caminos de asfalto y construcciones, preguntamos a los
trabajadores que encontrábamos, a los campesinos que llevaban raíces de bambú,
a los que estaban talando árboles. Encontramos pequeños bosques y nos
sumergimos en ellos para tomar atajos… y un rato después llegamos a Da
Zaowucun. Sólo un rato más tarde y ya con algo de hambre, llegamos a Yaowucun o
Waitaowu (en realidad eso lo sé ahora, cuando estábamos ahí estas pequeñas
aglomeraciones de casas, carritos con golosinas, escuelas tradicionales y
muchas banderas de China eran solo… ¡Mirá que lindo pueblito!).
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Después de recolectar té y raíces, estas mujeres se detienen a descansar. |
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Procesadora de raíces de bambú: no sé quién estaba más contento por el encuentro, ellos o nosotros. |
A pesar de que estos pueblitos no existan en el mapa mental
de muchos Chinos, puedo asegurar que lo que hay allí es imperdible. Después de
pasar días en ciudades donde la gente quiere parecerse un poco más a los
extranjeros, caminan ligero sin mirar a quién tienen al lado y se convierten en
una arteria más de una comunidad un tanto individualista, ver cómo es la vida
en estos lugares es placentero. Los trabajadores de la procesadora de raíces de
bambú nos invitaron a entrar al lugar y nos explicaron cómo trabajaban. Tanto
mujeres como hombres sonreían las vernos pasar y posaban para las fotos.
Después de haber recogido docenas de raíces de bambú se podía ver a las mujeres
que cargaban las bolsas al mismo tiempo que reían de algo que ellas mismas
comentaban. Y el dueño del pequeño mercado no dudó en hacer una pausa mientras
fumaba su cigarrillo para rascar la panza de su pequeño perro negro. Todo esto
nos obligó a frenar el paso, sonreír más, agradecer y seguir camino.
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Miles y más miles. |
El hostel, Howoo Life, se puede encontrar en hostelworld.com.
Cuesta 140 rmb la noche en un dorm compartido, pero las instalaciones son
cómodas, hay agua caliente y sirven papas fritas en el restaurant. Qué más se
puede pedir en el medio de las montañas (calefacción, pero bueno, todo no se
puede).
Habíamos llegado.
Tian Quan Shan
Sigo sosteniendo una pequeña teoría acerca de viajar: a
veces es bueno saber a dónde se va, y a veces es mucho mejor no saber a dónde
se va.
Como habíamos cambiado de planes, no sabíamos muy bien que
hacer cuando llegamos al hostel. Era apenas el mediodía, pero Mogan Shan (a
donde íbamos en un principio) estaba muy lejos. Lo mejor era seguir caminando
¿a dónde?
Cuando nos internamos en la colina detrás del hostel (o
resort) nos dimos cuenta que era algo empinada y se me ocurrió sacar el mapa
que me habían dado en recepción. Aquello no era un simple bosque de bambú, sino
que era una pequeña montaña llamada Tian Quan Shan, que tenía casi la misma
altura que Mogan Shan, pero sin todo el glamour de un resort para extranjeros
durante el S XIX.
Tian Quan, como yo la recuerdo, es una pequeña montaña que
NO APARECE en los mapas de google. Si no fuera porque en China no se estudia
Geografía y los mapas muchas veces carecen de información vital, diría que fue
como encontrar un pasadizo secreto o una puerta al más allá. Cuando esto ocurre
en los libros de ficción uno sabe que tiene que prepararse para algo sin igual.
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Senderos para subir Tian Quan Shan: como en los cuentos. |
No me equivoqué. Tian Quan me regaló algo que voy a llevar
conmigo siempre: mi lugarcito de China. Verán, he visitado ciudades importantes
de China, he subido a la muralla, entré a la ciudad prohibida, a montasterios, a
residencias imperiales… pero nada me había preparado para lo que viví esa
tarde.
No sé realmente si existen las vidas pasadas, pero si
existieran yo estoy segura que fui alguien que nació en las montañas, quizás
hasta fui parte de alguna de ellas. Simplemente soy yo cuando llego a la cima.
No hay preguntas, no hay dudas, no hay peros, no hay pasado ni hay futuro.
Somos una… y estamos bien.
Para llegar a tan monumental pequeño lugar hay un
sendero, pero recomiendo adentrarse en
los bosques. Es menos cómodo y me ensucié mucho, pero llegamos en menos tiempo
y estoy segura que el bosque alberga muchas pequeñeces bellas para mirar.
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Pequeños regalos de la montaña (Foto de Zora Bombach) |
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Somos una y estamos bien. |
A medio camino hay una plantación de té y, si la dueña está
en casa, se puede probar una taza de té y galletitas por unos 20 rmb. Puede
parecer costoso, pero el té es algo especial. Basta con ver a las docenas de
mujeres recogiendo las hojas de té (que aparentemente quitan el hambre) a la
vez que sonríen y escapan a las fotos indiscretas, para darse cuenta que a
veces las cosas no tienen valor.
Esa noche, luego de tomar el sendero para volver (ya las
piernas no nos respondían), nos deleitamos con platos autóctonos de la zona y
una cerveza Mogan Shan mientras jugábamos al UNO tratando de no pelearnos.
La Vuelta
Al día siguiente se nos dijo que ir a Mogan Shan, nuestro
destino final, no era lo más conveniente para terminar nuestro viaje. Habíamos
ido a la zona en feriado nacional, y como todo feriado nacional, esto era
motivo de éxodo masivo. Para que se imaginen: embotellamiento de autos para
llegar, bocinazos de los menos melódicos, no poder moverse porque si lo hacés
le tocás la cabeza a una persona que tenés al lado, colas para subir a la
montaña (Sí, como lo leyeron), gente de mal humor. Estábamos cansados y se nos
podía ver estirando las pantorrillas en cada zócalo que veíamos, así que
salimos a caminar y recorrer Xiwuli y a la tarde emprendimos la vuelta a casa.
La idea era tomar un colectivo desde Xiwuli a Deqing y de
allí tomar un tren a Hangzhou. El colectivo no era más que una pequeña van que
paraba en todos los pueblitos recogiendo gente que iba a trabajar o a estudiar
a Deqing o Hangzhou. Gente, animales, valijas y cajas de diferentes tamaños,
nuestras botellas de agua y nosotros.
Al llegar a Deqing se nos dijo que no habían boletos, así
que tuvimos que tomar un taxi a Hangzhou por 200 rmb. Al ver la cantidad de
camiones enfilados para entrar en la ciudad de Hangzhou, a unos 70 km de
Deqing, y al servicio de tránsito en el peaje que obligaba a los autos
retroceder, caí en la cuenta de que los embotellamientos en Panamericana quizás
no sean tan graves (dije “tan”). Pensamos que el taxista iba a abrir la puerta
y dejarnos ahí, en el medio de la nada (algo muy usual en China), pero el
hombre, que parecía el personaje cerebral de las películas de acción anunció
“Conozco un atajo”. Tomando un desvío y conduciendo por los caminos de las
granjas de cangrejos y langostinos, llegamos a Hangzhou una hora más tarde.
Después de una estratégica parada en MacDonald’s, nos subimos al tren hacia
Shanghai por 50 rms.
Conclusiones:
- Viajar por China es conocer este país en profundidad.
- China es un país fascinante.
- En China, como en muchos otros países, no necesariamente hay que pagar para llegar a los lugares más interesantes.
- Hay muchos lugares únicos para conocer que no están en las guías de viaje. Hay que preguntar a los locales o escuchar a los viajeros que conocemos en los alojamientos.
- Muchas veces, el tener un viaje inigualable no tiene que ver con el lugar que visitamos sino con las personas que viajamos o que conocemos en el camino.
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Los compañeros de ruta la mayoría de las veces hacen que un viaje valga la pena. |
Casi siempre los mejores descubrimientos al viajar se deben al Factor Sorpresa. A veces, sitios que no tienen nada que a primera vista parezca gran cosa, por anécdotas que allí nos pasan o por la gente con la que vamos, son los que al final dejan una huella imborrable en nuestra memoria.
ResponderEliminarTanta razón! concuerdo 100% =)
EliminarWow un viajecito a China. No , todavía no estoy preparada.
ResponderEliminarEspero que algún día lo estés!
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